En Bolivia, 4,5 millones de personas requieren cuidado. Las mujeres bolivianas dedican cerca de siete horas diarias a trabajos de cuidado, casi el doble que los hombres, con consecuencias en su derecho al trabajo y educación, datos que también comparte Oxfam en su portal.
“El trabajo de cuidado son todas las labores que hacemos en casa los miembros del hogar. Éste no es renumerado, es invisible. De hecho, lo denominamos como labores de casa. Es altamente importante, sin él la vida no podría sostenerse”, explica Jacqueline Garrido, socióloga de Ciudadanía Bolivia, Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública. Subraya que si bien es una labor digna, es desvalorizada y dice que se debe considerar como trabajo, pues son actividades indispensables para que las personas puedan alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio para el desarrollo de sus vidas.
Manifiesta que este “engranaje de desigualdades” tiene como sostén los roles que son asignados socialmente: la mujer debe estar en casa y el hombre fuera de ella. Apunta que estos mensajes llegan de distintos escenarios (Estado, familia, escuela, etc.). Además, explica que como la mujer gesta se naturaliza un rol, una construcción social, que es aprovechada por una sociedad patriarcal que permea maneras de pensar, sentir y que influyen en el Estado y en varias instituciones.
“Es un problema serio que no se lo ha abordado de manera directa porque no es asumido de manera equilibrada”, asegura la socióloga. Menciona que se ha luchado por los derechos políticos y perseguido conquistas salariales, sin embargo, las brechas siguen existiendo y arrastran problemas de violencia. Asegura que por el trabajo de cuidado se ha hecho muy poco y resalta que no se lo resuelve a nivel de familia.
Para reflejar lo mencionado, pone de ejemplo hipotético la situación de una madre soltera, migrante, con tres hijos, que trabaja y es jefa de hogar. “El Estado bajo esas circunstancias es corresponsable del trabajo de cuidado. Debe haber una corresponsabilidad estatal, familiar y social. Es un tema público”, asevera. Reflexiona que, ante el registro de hechos trágicos en las familias, se tiende a culpar a la madre y se sanciona una conducta, cuando en realidad el Estado no cumple como benefactor
.Señala que la inversión estatal es pobre y debería invertir en centros de cuidado infantil, para adultos mayores, personas con discapacidad y programas de promoción de la corresponsabilidad del cuidado y unirlo con trabajo digno para las mujeres.
Por otra parte, comenta que la Plataforma Nacional de Corresponsabilidad Social y Pública del Cuidado está desarrollando una campaña de comunicación para visibilizar la importancia del cuidado para la sostenibilidad de la vida y para promover la corresponsabilidad de estas tareas al interior de las familias (entre hombres y mujeres), la sociedad y el Estado para la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. La Plataforma está conformada por instituciones de la sociedad civil (ONG´s y fundaciones nacionales e internacionales),organismos de Naciones Unidas como ONU Mujeres y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), universidades y personas comprometidas.
La Constitución Política del Estado en su artículo 338 establece que el Estado reconoce el valor económico del trabajo del hogar como fuente de riqueza y deberá cuantificarse en las cuentas públicas.
La investigadora de Ciudadanía Bolivia, Claudia Arce, persiste en que el Estado, a través del Instituto Nacional de Estadística (INE), debería realizar una encuesta nacional para contabilizar el tiempo y calcular económicamente el valor del trabajo del hogar. Agrega que son 10 años que no se hace este trabajo. Comenta que en Colombia hicieron este estudio. El trabajo doméstico y de cuidado de las mujeres equivalen al 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). “Si tú no lo mides, cuentas y comparas con otro tipo de ingresos, no se lo valora. Es un gran aporte que debe ser considerado trabajo”, enfatiza.
Arce también menciona que la Ley General del Trabajo, en su artículo 62, determina que las empresas que tienen más de 50 empleadas deberían contar con un centro de cuidado para facilitarles las condiciones de trabajo. Aclara que la norma sólo se refiere a las mujeres y no se cumple, ya que “es una responsabilidad de todos y de nadie”. Esto debido a que no se define si es una competencia a nivel ciudad o departamental, por ejemplo.
Garrido apunta que el 2019, el Concejo Municipal de Cochabamba aprobó la Ley de Corresponsabilidad en el Trabajo de Cuidado no Renumerado para la igualdad de oportunidades, primera ley sobre la temática a nivel municipal. “Es una ley avanzada que promueve la corresponsabilidad familiar y pública…Debemos hacerla marchar más”, reflexiona sobre la misma. Comenta que, si bien se tienen los instrumentos para su gestión, se necesita avanzar en tareas e inversión municipal.
Jimmy Tellería, director de Cistac, afirma que en el mundo todavía vivimos en una sociedad machista y que se reproduce en todos los espacios e instituciones. “Se desvaloriza el rol y aporte de las mujeres en la sociedad”, recalca.
Asevera que este modelo machista permite sostener un sistema de privilegios: lo que los hombres dicen y hacen vale más que lo que dicen y hacen las mujeres, quienes se constituyen en sujetas de dependencia y protección.
“No se nace hombre, se aprende a serlo. Nacemos con un sexo, a partir de ese nacimiento se da un aprendizaje. El problema en la construcción de género es que se construye por oposición: donde hay una relación de poder y control. Si a uno se le da algo, a la otra se lo quita”, remarca.
Tellería, quien es cientista social y hace 30 años se dedica al estudio sobre la masculinidad en el país, explica que los hombres participan sólo en las labores de cuidado que les dan placer y prestigio y desde una lógica de protección. El afecto y la atención a los miembros en el hogar siguen siendo responsabilidad de las mujeres. “Generamos una diferenciación odiosa no sólo por esa falta de participación, sino por la valorización que el sistema tiene de esas labores de cuidado”, asevera.
Hace un especial énfasis en que la sociedad sostiene que el cuidado se debe hacer por amor, entrega, sacrificio y abnegación al otro. Arce acota que las mujeres creen que por eso se las aprecia, se las valora y existe un temor al cambio. “Así tiene que ser, así siempre ha sido”, refleja con esa frase el pensar común. “Qué hombre va a soltar el privilegio de ser hombre”, comenta Garrido y Arce añade: “Qué mujer va a renunciar a ser querida y valorada por eso”.
La investigadora remarca que estas masculinidades son restrictivas y este desequilibrio también es negativo para los varones, ya que no viven el lazo afectivo emocional que podrían tener con sus familias. Apunta que algunos estudios indican que las mujeres adultas mayores vuelcan su resentimiento por haber realizado trabajo de cuidado ejerciendo violencia contra los hombres en casa.
Tellería complementa que esta desigualdad y desequilibrio conlleva a una invisibilización del aporte económico de la labor de cuidado. Cuando un hombre hace estas tareas domésticas, estas pueden valer más, puede que sean motivo de burla o por el contrario, que estas acciones sean sobrevaloradas. “Vivimos en una sociedad que ha trastocado los valores del sostenimiento de la vida”, resalta.
Expone que, gracias la pandemia de la Covid-19, se ha puesto en la agenda global el tema del cuidado y la participación de hombres y mujeres en ella. Sin embargo, comenta que la realidad muestra que luego de la cuarentena, los hombres han vuelto a esa “normalidad” machista construida.
“Necesitamos construir estrategias comunicacionales y educativas que posesionen sistemáticamente, permanentemente y sostenidamente el cuidado como un valor de vida, que vale, que importa y que es necesario”, enfatiza.
Recuerda que a las mujeres desde niñas se les enseña las labores de cuidado, en cambio a los hombres no. Propone trabajar el imaginario social (de manera particular en el de los varones) desde cuatro dimensiones:
“No hay que pensar inocentemente que los cambios en el machismo y la masculinidad se dan en un día. Es un proceso: que empiecen identificando la necesidad de cambiar. La mayoría están cómodos en la cultura machista”, reflexiona. Hace un llamado también a que la currícula educativa y las familias reflexionen y trabajen sobre ello.